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El arte de escribir correctamente

  • Rocío Fernández
  • 27 mar 2017
  • 2 Min. de lectura

Me levanto, me enjuago la cara con agua fresca, me seco con la toalla de algodón. Me voy a la cocina, cojo el exprimidor automático: me hago un refrescante zumo de naranja. Me tomo mi café mientras leo tranquilamente. Me visto, saco al perro y me voy a la biblioteca de mi barrio.Trabajando me da por leer EFE, especialmente cultura y descubro el siguiente titular:



Abro con curiosidad la noticia y leo:


“Una beh, kuando yo tenía zeih z'añiyoh, bi un dibuho mahnífiko en un libro a tento'e la zerba bihen ke ze yamaba 'Histoires Vécues (Ihtoriah bibíah)”


¿¡Perdona!? ¡Es lo último que me quedaba por ver!

Empecemos con los argumentos. El primero, soy andaluza, concretamente de Sevilla. Según la noticia, el andaluz es una lengua. Perdónenme y hablo desde mi ignorancia, pero el “andalú”, como ustedes lo nombra, no es ninguna lengua. Se trata de un dialecto (variedad de una lengua que se habla en un determinado territorio) que carece de sustento gramático y sintáctico. El deje andaluz que nos caracteriza, no puede ser tratado de una lengua, ¿o acaso ven en el texto las normas de puntuación o acentuación?


El argumento que sostiene Zoiedá pal Ehtudio’el Andalú (ZEA), como se hacen llamar, es que al tratarse de “una lengua de transmisión oral”, no constan escritos de su existencia si algún día se extingue. Pero, ¿qué sentido tiene esto? ¿Se han parado a leer el fragmento anterior?

Soy andaluza, repito, y no he entendido absolutamente nada de lo escrito, a menos que me pare y haga como si estuviera hablando con los amigos en la plaza del pueblo.


No es cuestión de menos preciar el dialecto, porque como he repetido anteriormente, yo soy andaluza y lo hablo, se trata de que la escritura es castellana. Bastante tenemos con las redes sociales como WhatsApp o Facebook que se han olvidado de las tildes, de las mayúsculas a principio de oración y que han fomentado las abreviaciones, las v por b y viceversa…


La lengua castellana merece sutileza y transmisión efímera de palabras a través de los renglones. Es experimentar el placer de puntuar bien, como si se tratara del conjunto de palabras, puntos, comas y párrafos que la lengua oral no puede transmitir.

Y esta sensación hay que darla a conocer.


¡Gracias a todos los docentes que conocen y distinguen el andaluz como dialecto, pero que enseñan el arte de escribir correctamente!


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